C A N T O N U E V O
Sus lugares de acción en un
principio son peñas y recintos universitarios llegando luego a masificarse en
1969 con motivo de la agitación de las campañas presidenciales. Algunos de sus
exponentes habían formado parte de la corriente del Neofolklore pero al
marcarse más fuerte- mente sus diferencias ideológicas y estéticas se alejan
para formar parte de un verdadero movimiento musical que
significaría una propuesta que trascendería.
Con la finalidad de
plasmar un nuevo tiempo histórico que implica otra forma de entender la
nación, le poética de la primera generación de la revolución se aproximara a la
virulencia expositiva en la elaboración estética: defenderá la impureza
literaria, se abogara por la vocación documental y por la necesidad de
que la poesía tenga un amplio alcance. Por tanto, los versos escritos en esta
década se conciben como un testimonio humano radicado en un tiempo, el de
la revolución y en un espacio concreto en este caso la Isla de Cuba.
La NCCh tiene tres aspectos
fundacionales:
1. Su interés en la realidad
social con compromiso ideológico;
2. La reinserción de la canción
folklórica en el mundo cotidiano con elementos contemporáneos;
3. Ser alternativa a la canción
de consumo dirigida por las transnacionales del disco.
Hasta ese entonces existían dos
formas de enfrentar el tema de la música folklórica -problemática que sigue
vigente- quienes pensaban que había que ver el repertorio tradicional como
patrimonio nacional, por lo tanto era menester descubrirlo, catalogarlo,
protegerlo y conservar- lo para ser expuesto en lugares aptos para su
apreciación; y aquellos que consideraban importantísimo el folklore como
expresión viva y simbólica que viene del pueblo pero factible. De ser
transformado respetando su esencia. En este último grupo se interpretan los
postulados de la NCCh. Este punto es importante, puesto que algunos de sus más
significativos exponentes, como Víctor Jara, por ejemplo, viene de ser
discípulo de Violeta Parra en cuanto a la recopilación de material tradicional
siguiendo en un comienzo su carrera como intérprete de folklore, e incluso como
cultor ya que participa de ritos campesinos como el canto al angelito, mas, al
igual que su maestra, se impregna de esa experiencia y la funde en su creación.
Pero hay otros que continúan como investigadores y proyectores de la música
chilena folklórica sin salirse de la línea purista. Es esencial distinguir esta
vertiente para identificar tanto a los artistas de esta época como a la que
vendrá posteriormente en el período de la dictadura militar.
La Nueva Canción Chilena constituye
la expresión de la influencia ideológica y política de los sectores
progresistas de la música popular. La creación popular, la expresión de la
clase trabajadora ha generado un arte propio y revolucionario través de muchos
años desde que empieza a construir el camino de su liberación. Pero
paralelamente al control que ejerce la burguesía en los medios de comunicación,
silencian el conocimiento masivo de los valores auténticamente populares. Es
así que en la medida que avanzan las posiciones del proletariado es como va
conquistando los canales de difusión que le permiten expresarse.
Nueva Canción Chilena como
movimiento musical, nace vinculada a las expresiones folklóricas y es su tarea
primordial la rehabilitación de los valores autóctonos de la cultura
Latinoamericana, poniendo sus contenidos al servicio de la lucha popular. La
Nueva Canción es un fenómeno latinoamericano, de ahí entonces que en distintos
países latinos existan artistas que se hermanan y can- tan la realidad de sus
pueblos y transforman la canción en un arma de denuncia del imperialismo.
Con el comienzo del llamado
periodo de rectificación surgirá una nueva idea de nación en la que los héroes
ya han desaparecido de la memoria colectiva y la poesía, por tanto, pierde su
acento heroico y su preeminencia temática. Las referencias a la nación serán
contradichas y se denotará en los versos una extenuación ilimitada: “Yo no
tengo historia / y sin embargo estoy cansado. / Cansado de la historia entre
otras cosas, / y sobre todo de los héroes / y sobre todo de los
mártires”, nos dirá Gustavo Pérez Firmat en “Vivir sin historia”.
La tópica de la nación invierte su dirección
originaria: en lugar de orientarse hacia fuera, en la invocación hímnica y
coral tan característica de los años sesenta, se reduce a lo personal y al
marco cotidiano, el “discurso se desgasta y desacredita y la nación se vuelve
menos hospitalaria
La inquietud por los temas sociales viene asociado
con la situación de América Latina en esa década y que se encuentra
caracterizada, entre otros fenómenos, con la revolución cubana, la posición
antiimperialista que se asume respecto a los Estados Unidos y el apoyo a la
causa de Vietnam. También por posiciones anticlericales las que irán
desapareciendo paulatinamente por los cambios que presenta la Iglesia
latinoamericana, es así como surgen canciones como portavoces de esas
inquietudes. Ya vimos algunas canciones de Violeta Parra de los años 60-63 con
connotaciones de “canción de protesta” como se les denominó en ese entonces y también
con una posición anticlerical que en el caso específico de ella está mezclada
con una ferviente religiosidad popular. Posteriormente la aparición de una
Iglesia comprometida con los más pobres incentiva también a estos creadores.
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